Nuevamente en la calle, Ariadna dejó atrás las últimas casas, que daban a un largo y vetusto muro de ladrillo rojo que debía de formar parte del Laberinto.
Empezó a recorrerlo muy pacientemente, esperando encontrar alguna apertura que le permitiera internarse en la dirección de la flecha de fuego que había visto la noche anterior.
Pero aquella vieja pared de ladrillo, parecía no tener fin. Cuando se cansó de caminar, se sentó un rato contra el muro y apuntó en su libreta esmeralda lo último que había aprendido en el Laberinto de la Felicidad:
"De vez en cuando es conveniente hacer limpieza de opiniones"
Al terminar de escribir esto, se apoyó contra el muro de ladrillo, que inesperadamente cedió a su espalda y se rompió en mil pedazos. Ariadna se levantó entre los restos de la brecha que había abierto en la pared sin heridas ni magulladuras. Estaba tan sorprendida de hallarse al otro lado que tardó un rato en darse cuenta de que el explorador con el cazamariposas estaba a su espalda y la observaba con una sonrisa en los labios.
- Ésa ha sido una buena lección - dijo.- ¿Qué lección? - preguntó ella irritada.
- Este viejo muro te ha enseñado algo muy importante para llegar al centro del Laberinto. La mayoría de obstáculos que encontramos en nuestro camino a la felicidad son imaginarios. Los creamos nosotros; es decir, son nuestros miedos.- ¡Pero yo no he creado este muro! - protestó Ariadna.
- Éste no, pero sí otros - remarcó el explorador-. De otra manera no estarías aquí. ¿Y sabes por qué las personas nos creamos nuestros propios obstáculos? Yo te lo diré: porque nos da miedo llegar a los lugares que hemos soñado.
-¿De verdad lo cree?
-¡No lo dudes! cumplir un sueño siempre da miedo, porque estamos acostumbrados a lidiar con las dificultades, pero no a recibir regalos de la vida. Por eso a menudo nos boicoteamos poniendo muros entre nosotros y lo que queremos conseguir.-Parece razonable- dijo Ariadna, pensativa-. Por cierto, la otra vez me olvidé de preguntárselo: ¿Usted por qué está aquí? ¿En qué momento extravió el sentido de la vida?
El explorador se puso de cuclillas, fijó bien su monóculo y, apoyado en su cazamariposas, explicó con voz suave:
- Por qué estoy aquí no tiene importancia: lo único que cuenta es que busco la salida del Laberinto. Digamos que viajé muy lejos para encontrar algo que en realidad tenía muy cerca. ¿Lo entiendes?- No del todo.
- Te lo explicaré con una historia que me contó un lama que conocí en un monasterio del Tibet:
"Un hombre cumplió su sueño de viajar a la Luna, pero, durante el alunizaje, el cohete se averió sin remedio. Él siempre había deseado ir hasta allí, pero se encontró con que no podía regresar a la Tierra y le quedaba sólo oxígeno para tres días. En ese tiempo era imposible que pudieran mandarle otro cohete para recogerlo o traerle más oxigeno. El astronauta supo entonces, por primera vez en su vida qué era exactamente lo que quería: volver a casa y estar en la Tierra para llevar allí una vida simple y feliz. ¡Tuvo que viajar a la Luna para valorar lo que tenía tan cerca!"
Ariadna se quedó muy pensativa al oír esta historia, que el explorador concluyó así tras una pausa:
-Todos somos como ese astronauta: vemos la felicidad en lo que está lejos, pero en realidad la tenemos mucho más cerca de lo que imaginamos. Dicho esto, el explorador se fue a campo través con su cazamariposas.
Antes de que estuviera tan lejos que no pudieran oírse, Ariadna le gritó:
- ¿Y qué pasa con los obstáculos que no creamos nosotros, los que son reales?
- ¡A esos yo no los llamo obstáculos, sino trampolines! - gritó como respuesta, arrastrando la erre con su divertido acento francés-. Sirven para ir a lugares a los que nunca habríamos llegado por nosotros mismos!.
Luego saludó elevando su sombrero de explorador y prosiguió su camino...Imagen: Muro de John Lennon, Praga (Rep. Checa)
19-02-09
Yo soy un poco Ariadna y un poco astronauta... ;)