A lo mejor algunos se fijan y les pasa lo que a mi, pero muchos otros quizá lleguen tarde y vayan con prisa, o escuchando música a todo volumen en su Ipod y ni siquiera se percaten de su presencia...
Un chico alto y delgado toca el violín como los ángeles cada día en una esquina de la estación de metro de Ciudad Universitaria, como si le hubieran sacado de una orquesta en pleno ensayo.
Tiene cara de buena persona, manos de trabajador, aspecto del este de Europa y observa a quienes pasan por allí cada mañana con una sonrisa mientras mueve el arco con soltura. Sonrisa de felicidad, de estar haciendo lo que realmente le gusta. A veces, a las 9 y media se toma una manzana, sentado en el suelo, al lado de su tesoro: su violín; el que le da de comer. Y madruga para estar allí, cada día en el mismo lugar, mucho más que muchos universitarios que acudimos a clase.
Y me resulta difícil no sonreír, no mirarle, no escuchar sus versiones de "Vois sur ton chemin" o de "La valse d'Amèlie" con detenimiento los pocos segundos que paso enfrente de él; es difícil no sentirme maravillada por cómo suena su instrumento, pero sentirme a la vez terriblemente mal. Mal por permitir (aunque no sólo sea "culpa" mía) que una persona como ese hombre, con ese talento y ese tesón, sólo pueda limitarse a ir mañana tras mañana a una esquina de una estación cualquiera. A que no se haga más por él.
Por todas esas personas, que, por circunstancias de la vida han llegado a una situación similar, en la que tienen que ganarse la vida de alguna manera pero deciden, a pesar de todo, y en vez de otro tipo de "trabajos" con los que quizá obtendrían más beneficios, dedicarse al arte (música, mímica, teatro, magia...) y a hacer un poco más felices a quienes les escuchamos o les vemos.
Sin embargo, no me cabe ninguna duda de que ellos seguro que son mucho más felices que tod@s los que tienen muchas cosas materiales y alardean de ello, pero una vida interior vacía y sin sentido alguno.
Es curioso lo relativa que es la felicidad...
Un chico alto y delgado toca el violín como los ángeles cada día en una esquina de la estación de metro de Ciudad Universitaria, como si le hubieran sacado de una orquesta en pleno ensayo.
Tiene cara de buena persona, manos de trabajador, aspecto del este de Europa y observa a quienes pasan por allí cada mañana con una sonrisa mientras mueve el arco con soltura. Sonrisa de felicidad, de estar haciendo lo que realmente le gusta. A veces, a las 9 y media se toma una manzana, sentado en el suelo, al lado de su tesoro: su violín; el que le da de comer. Y madruga para estar allí, cada día en el mismo lugar, mucho más que muchos universitarios que acudimos a clase.
Y me resulta difícil no sonreír, no mirarle, no escuchar sus versiones de "Vois sur ton chemin" o de "La valse d'Amèlie" con detenimiento los pocos segundos que paso enfrente de él; es difícil no sentirme maravillada por cómo suena su instrumento, pero sentirme a la vez terriblemente mal. Mal por permitir (aunque no sólo sea "culpa" mía) que una persona como ese hombre, con ese talento y ese tesón, sólo pueda limitarse a ir mañana tras mañana a una esquina de una estación cualquiera. A que no se haga más por él.
Por todas esas personas, que, por circunstancias de la vida han llegado a una situación similar, en la que tienen que ganarse la vida de alguna manera pero deciden, a pesar de todo, y en vez de otro tipo de "trabajos" con los que quizá obtendrían más beneficios, dedicarse al arte (música, mímica, teatro, magia...) y a hacer un poco más felices a quienes les escuchamos o les vemos.
Sin embargo, no me cabe ninguna duda de que ellos seguro que son mucho más felices que tod@s los que tienen muchas cosas materiales y alardean de ello, pero una vida interior vacía y sin sentido alguno.
Es curioso lo relativa que es la felicidad...
Esas personas llevan el arte dentro de ellos, el verdadero arte que nadie presta atención.
ResponderEliminarNunca me había parado a pensar tanto en ellos, gracias :)
Besos
Absoluta y totalmente relativa...
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo, yo también apuesto a que ese violinista (artista de los de verdad y no como otros que ganan millonadas por sus escándalos y excentricidades...) es mucho más feliz que muchas otras personas que van a trabajar encorsetadas, con corbatas asfixiantes y portando mil papeles ilegibles en un maletín (y no un violín) ;)
¡Me ha encantado este post! pero muchísimo...
Un besito!
Así es Julia, la felicidad es tan relativa...
ResponderEliminarMe gustó tu post ;)
Un beso
Yo, como siempre, me he fijado mucho también en ese violinista... y si, es curioso pensar todo eso, que yo también lo he pensado alguna vez, pero claro, también hay muchas otras opciones. Por ejemplo: Los que van por el metro con un altavocecillo enchufado a una batería de coche con un mp3 que a saber de dónde han sacado y un acordeón que te tocan las típicas canciones de lo más básicas deduzco que se "ganan la vida" a base de "pseudomendicidad" y la verdad es que no deben de ganar tan poquito... ponle a euro por vagón en un par de estaciones, eso son unos 5 minutos. Total... 12€ la hora... y si eres listo y pillas la hora de los jubilados... quién sabe. Quiero decir, esos hombres se ganan así la vida, incluyo también a los sudamericanos, que no todo son rumanitos, pero los sudamericanos tienen otro estilo un poco más elaborado. Por otra parte, ¿Qué mueve a un hombre a levantarse cada mañana para tocar el violín en una estación de metro? Nunca me he fijado en si tiene una batería de coche o lo hace "más profesionalmente", pero me fijaré... y también abriré un abanico de posibilidades: 1. Ese hombre trabaja por las tardes, no tiene familia y su tiempo libre lo pasa tocando en el metro... no tan "por amor al arte" porque el tío admite monedas si no me equivoco, pero, ¿a quién no le viene mal un dinerillo extra? Y quizás si ése es su trabajo es porque no ha encontrado nada mejor (que tal y como está el panorama laboral es algo muy común) y ha decidido que es mejor sacarse unas monedillas en el metro que recorrerte la ciudad echando curriculums y haciendo entrevistas de trabajo que no irán a ninguna parte. 2. Puede que ese hombre sea millonario y no necesite el dinero y simplemente dedique su tiempo libre a lo que le gusta... tocar el violín, y quizás admita monedas para sentirse reconocido y útil. 3.Tocaba en una orquesta pero no le renovaron y decidió que fuese la gente de la calle quién, con su dinero, reconociese su talento o falta de él...
ResponderEliminarEn cualquier caso, lo más probable es que, lamentablemente no encuentre un trabajo y haya tenido que verse "arrastrado" a eso, aunque ya lleva muchos años allí si no me equivoco, pero si vive sólo y no vive en una gran casa, perfectamente podría mantenerse de la voluntad de la gente.
Besitos y perdón por el "comentario" que siempre me gusta comentar profundamente todo... las medias tintas no me gustan ;-)
Hola, julia. He dado contigo por casualidad, buscando cosas de Romina-Canaria. Yo también veo al violinista en Ciudad Universitaria, creo que es italiano. Seguro que lleva años de conservatorio, y en sus ratos libres se coje su violín y sus partituras, y va a ensayar ante un público dispar, pero mayoritariamente joven, que posiblemente escuche poca música clásica. A el le pirra tocar, pero le gusta más llevar esa música a gente joven, y darles un motivo por el que sentirse emocionados. Recibe felicitaciones, guiños de ojo, aprobaciones con el dedo. Me parece que debe ser muy gratificante. Un beso
ResponderEliminarYa sé que esto lo escribiste hace unos meses, pero he llegado aquí medio por casualidad y tengo que decir que a mi me encanta el violinista de Ciudad Universitaria. Lo hace genial y el tiempo que paso delante de él no puedo hacer otra cosa más que escucharlo embobada. Ya veo que no soy la única :)
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