Rumbo a tí

Llevaba unos minutos sentada en uno de los bancos de la estación. La verdad es que había estado toda la tarde dando vueltas por ahí, sin un rumbo concreto... sólo paseando mi pequeña maleta de viaje.

Ahora, ahí sentada, no hacía más que ver a la gente pasar, casi corriendo de un sitio a otro, paseando unas maletas mucho más pesadas que la mía; y a otras más tranquilas, que miraban de vez en cuando las pantallas que anunciaban las llegadas. Mi destino era una cosa que aún no tenía muy clara, asi que era seguro que nadie iba a estar esperándome cuando llegara. Tampoco tenía prisa para hacer esa elección, asi que decidí moverme de ese banco y dar una vuelta por la estación.

Recorrí todos sus rincones: vi a la gente esperar, hablar con sus compañeros de viaje, comprar; vi la salida de los trenes, el bullicio de la estación y, desde uno de sus extremos, me sentí de pronto pequeña e insignificante como una hormiguita. Desde esa posición veía todos los andenes y a los trenes calentando motores para partir y, no sé por qué, me dio por pensar en la cantidad de gente que habría pasado por allí mismo, como yo... Sin duda, miles.


El sonido de la megafonía de la estación me hizo salir del ensimismamiento en el que llevaba unos segundos y decidí irme a tomar un café... a ver si así me despejaba. Me senté en una mesa de la cafetería de la estación y enseguida un chico algo más joven que yo se acercó sonriendo y con libreta en mano: "¿Qué quiere tomar señorita?". Lo de señorita, no sé por qué, me hizo gracia y le contesté con mi primera sonrisa de todo el día: "Un capuccino, por favor".

El camarero asintió, se dio la vuelta y desapareció tras la barra. Ya no era tan pronto y debía elegir y comprar los billetes a no ser que quisiera llegar (donde fuera) en plena noche; pero esa era la cuestión: ¿adónde?. Entonces empecé a pensar... ¿a un pueblo costero?, ¿a la montaña?, ¿al extranjero?, ¿a visitar a alguien?... y entonces caí. No me parecía una idea tan descabellada: ¿por qué no ir a buscarle? Al fin y al cabo él me dijo que me esperaría siempre, que nunca me olvidaría, que tendríamos otra oportunidad. Quizá esa oportunidad la tenía ahora en mi mano...

Entonces escuché al camarero dejarme el café en la mesa. Le vi echar un vistazo a mi maleta y, supongo que por curiosidad, me comentó: "Vaya maletita... ¿adónde viaja? ¿por aquí cerca?" Yo, contenta por mi recién tomada decisión le contesté: "No, pero creo que ya sé adónde voy".

Mi segundo intento. Se aceptan críticas :)

Un saludo